El golpe de Estado en Argentina, la llamada operación Aries, se realizó el 24 de marzo de 1976; como resultado, se estableció la primera junta militar a cargo del general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el general Orlando Ramón Agosti. Estos tres personajes, perversos en el imaginario social, pusieron en marcha el Proceso de Organización Nacional, en el que la guerra sucia llevó a la desaparición de más de 30 mil personas. El llamado “Proceso” fue un movimiento de supresión por parte del estado en el que, como se sabe mejor cada día, se torturaron, asesinaron y desaparecieron a un número de víctimas aún no determinado.
Las juntas militares fueron cuatro. La primera, de 1976 a 1981, estuvo a cargo del general Videla; fue la más sangrienta de todas. La segunda, a cargo de Roberto Eduardo Viola, en 1981, año de una de las crisis económicas más importantes de Argentina a finales del siglo XX. La tercera junta militar, de 1981-1982, estuvo bajo el control del teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. Finalmente, la Cuarta Junta Militar de Gobierno, de 1982-1983, con el control de Cristino Nicolaides. En 1983, Raúl Alfonsín ganó las elecciones y comenzó una nueva etapa democrática.
Clara Kriger y Pablo Piedras, en su artículo “Vestigios de un pasado doliente. Los archivos audiovisuales sobre la dictadura militar en el cine documental argentino” (2012), analizan las funciones que los archivos audiovisuales han tenido en las representaciones documentales en los últimos años. Como bien mencionan los autores, en la Argentina existe un crecimiento gradual del repertorio de imágenes y sonidos relacionados con el golpe militar y con las cuatro juntas militares.
El documental Sr Presidente expone la historia de varios sobrevivientes del golpe militar a través de la reconstrucción del caso de Sara Castro, una mujer que busca el cadáver de su madre y quien relata las circunstancias de su secuestro y asesinato, y la búsqueda de sus restos por parte de sus familiares. El relato pasa del testimonio de los sobrevivientes a la recreación ficcionalizada de lo sucedido con los empleados de la morgue de Córdoba. Lo curioso es que justo aquello que se ficcionaliza es lo que constituye la evidencia documental real, que es la carta enviada por los empleados de la morgue al presidente Jorge Rafael Videla.
El documental inicia directamente, sin créditos ni títulos, con el testimonio de Sara Castro; su madre embarazada fue secuestrada de su hogar por los militares de la primera junta militar, delante de sus hijos pequeños. Castro, al saber que le entregarían los restos de su madre, relata lo siguiente: “Al principio, me puse contenta porque hacía casi treinta años ya, veintiocho. Era una forma de tenerla pero cuando te das cuenta de que te van a entregar una caja cerrada en la que están los restos de ella, se te mueven un montón de cosas”. Esta escena cierra en un corte directo y da lugar a la segunda secuencia; inicia con un close up a la hoja de papel entrando al rodillo de la máquina de escribir y a los dedos que la acomodan; luego, en un plano general, encontramos a un hombre con bata blanca sentado frente a una máquina de escribir; de regreso al close up, vemos las letras golpeando contra el papel; el personaje escribe una carta que dice en voz en off, lo que enfrenta día con día, en una morgue atestada de cadáveres.
Este relato se mezcla con una serie de fotografías que muestran al general Videla ataviado con el uniforme militar, lo que permite exponer el título del filme: Sr. Presidente. Luego, nuevamente se expone el testimonio de Sara Castro y el de otros sobrevivientes junto con el relato de los empleados que trabajaron en el panteón de San Vicente. El filme también introduce tomas de documentos audiovisuales originales de los líderes de la junta militar, como el teniente Luciano Benjamín Menéndez y el presidente Jorge Rafael Videla. Todo sigue por un hilo conductor, un eje: la búsqueda de la madre de Sara y la carta dirigida al señor presidente, en el que se hace de su conocimiento las condiciones de trabajo y de higiene de la morgue judicial de Córdoba.
El relato del documental es crudo y terrible; en la carta se narra cómo se amontonaban los cuerpos en el refrigerador de la morgue, que estaba diseñado para seis cadáveres y llegaban, en ocasiones, hasta veintiocho cuerpos; el personaje de la bata blanca narra las consecuencias y los “ciertos inconvenientes” que producían los cuerpos que se pudrían y agusanaban. Asimismo, la carta es respaldada con el testimonio de los empleados del cementerio, quienes dicen que haber contado hasta setenta disparos de balas en los cuerpos que llegaban a la morgue.
Para Todorov, en su libro Los abusos de la memoria (2013), la ciencia es otra esfera donde la memoria ha perdido sus prerrogativas debido a que trabaja en provecho de la observación y la experiencia, de la inteligencia y la razón, lo que observamos en estos casos es que la ciencia ha venido a reforzar la memoria (p. 20). En los sucesos expuestos en los documentales, todos reales, de madres que buscan a sus hijos e hijos que buscan a sus madres, la ciencia ha permitido subrayar los horrores que se cometieron durante las juntas militares. Además, gracias a los análisis de ADN y de los peritajes forenses, la lucha de las madres/abuelas de la Plaza de Mayo ha arrojado resultados vitales y ha puesto de manifiesto las prerrogativas de la memoria y su relación con la ciencia.
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Autor:
Lincoln Strange Reséndiz, Isabel
Coordinadora Académica de la Maestría en comunicación integral y transformación social
Docente del Doctorado en Investigación de la Comunicación
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores – Nivel 1
isabel.lincoln@anahuac.mx