Ser emprendedor en estos días resulta una proeza que transita entre distintas tensiones. Este cambio de época que se refleja en lo económico, cultural y político se vive no solo en México sino en todo el mundo, requiere de acciones concretas y bien orientadas, a la par de decisiones que provengan de una profunda reflexión ética.
Pocas veces nos detenemos a pensar sobre las consecuencias de los rumbos que consideramos. El mercado laboral nos exige respuestas prontas, eficientes, que redunden en los beneficios materiales de la empresa. Empero cuando buscamos los resultados por encima del insumo más importante con el que contamos de una empresa, las consecuencias son catastróficas.
El factor de enfoque irrenunciable de toda organización son las personas. Aunque hoy día se tengan algoritmos que predicen las conductas y existan robots antropomórficos que harían palidecer a profetas de la ciencia ficción como Isaac Asimov, lo que se pone en juego en los negocios, sean grandes o pequeños, es el futuro de generaciones, tanto presentes como futuras, e incluso el legado de los ancestros.
El factor humano es el más complejo de comprender, pero es indispensable para impulsar iniciativas de empresas que miren a la sociedad no solo como proveedora de ganancias. Las empresas, independientemente de su tamaño o de sus libros contables, son un agente clave para el desarrollo social. Por lo que no pueden estar ajenas a las necesidades de los grupos vulnerables, ni menos pueden ser copartícipes (por no decir cómplices) de acciones que promuevan la marginación social.
En ese sentido, cualquier búsqueda de una nueva frontera para los negocios no debe olvidar principios universales que procuran el desarrollo armónico de la sociedad: la dignidad de la persona humana, la solidaridad, la subsidiariedad, el bien común, el destino universal de los bienes y la sostenibilidad.
Por ello, es importante darse el tiempo para prepararse en temas que involucren a la responsabilidad social de manera integral y adentrarse en el conocimiento y práctica de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible que ha marcado la Organización de las Unidas para el 2030.
Quien quiera iniciar un viaje, quien emprende una nueva aventura, debe tener siempre en cuenta el impacto social que conllevan sus decisiones. No estamos solos, formamos parte de un entramado de relaciones que nos implican a resolver la deuda social, la enorme inequidad en nuestros tiempos. Transformando la sociedad, procurando el desarrollo sin comprometer el futuro, es lo que permite la verdadera ganancia: una sociedad más equitativa y colaborativa como el punto de llegada para las generaciones presentes y futuras.
Dr. José Antonio Forzán Gómez
Académico de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac México